Lunetas

Como ya no planeas moverte de aquí, quisiera contarte algunas cosas sobre mi día. ¿Puedo?
A Lourdes Huerta.

Al principio, cuando me enteré de todo, me sentía fatal. Me senté a recordar cada cosa que en otro tiempo me dijiste y lloré porque no pude contener tanta nostalgia. Pensé que me caería bien un poco de azúcar para levantar los ánimos. Por eso decidí entrar al condenado McDonald's.

La cajera, para variar, me ofreció un montón de cosas con una sonrisita forzada, pero al final fue incapaz de darme lo que le pedí. Me entregó un helado repleto de lunetas de colores, en lugar del refugio que yo buscaba en la sobriedad de unas galletas negras. ¡Horror! Mas por alguna extraña razón, no pude quejarme. Me quedé así, muda, como tú.

Mientras esperaba a que volviera tu sobrina con los papeles, me comí aquella cosa indeseable, no tanto el helado, sino la mala noticia. Y pues ya sabes cómo me gusta observar a la gente: vi a un niñito descalzo correr por todo el lugar. "¡Ramsés! ¡Ya siéntate!", pero al faraón no le importaron los deseos de su no egipcia progenitora. La ignoró.

Entonces se manifestó la furia del señor. El padre del niño se lo puso como camote. Le dio sus chirlos mirlos, para que me entiendas. Al final, como premio de consolación, escuché la voz culposa de la madre: "Aquí está tu Cajita Feliz, hijo. Vete a lavar las manos y te vienes a comer". No sabes, madrina, estoy pensando en ponerle así a mi próximo gato. ¡Ramsés! Tiene caché, ¿no crees?

Cuando se acabó el helado, comencé a desesperarme. El azúcar me habrá acelerado... Cogí el celular y le llamé a tu sobrina. Me dijo que no tenían sistema. ¡Ay! Odio los trámites. La tecnología debía de hacer más rápidas estas cosas, pero no. En el momento menos esperado, el sistema se tambalea, se cae, se rompe y nosotros nos desquiciamos. El hospital intenta hacer lo que puede: le colocan una férula; pero el sistema se ha fracturado tantas veces, que ya está destinado a ser cojo de por vida. De eso te has salvado, madrina. No más trámites para ti.

Esperé unos quince minutos más y decidí volver a la fila burocrática. No a la de McDonald's, no. En esa vi lo más inverosímil: dos empleados de Burger King habían ido a comprarse un postrecito. Ni qué decir. Ojalá a ellos sí les hayan dado su helado con galleta.

En fin, te decía que me regresé al hospital, pero en el camino me topé con tu sobrina. Ya había quedado todo listo. Me dio tus papeles. ¿Acta de nacimiento? ¿Acta de defunción? No, madrina. La vida y sus colores no caben en este fólder de plástico.

3 semillas:

Cocodrilo Cocoa de Atl dijo...

Wow, apenas lo leí, me gusta como escribiste porque prácticamente te escucho contándolo.

- Mario B. Lovegood - dijo...

yo tampoco quiero terminar en un folder =( nisiquiera en un folder de la lista de mails de la compu.

=)

yescanauta dijo...

Una historia con la magia de un cuento. Tiene todo, hospitales, comida rapida, pausas insensibles al espectador. Pero muy notables. La vida de una damita hecha un rio de palabras.

Lindas lunas