Mier y Pesado

Un canto a mi soledad

en esta carbonera oscura

para que no me muerdan las almas en pena

ni me espanten las ratas.


Oriné la cama,

estoy triste

extraño mi casa

a mis hermanos

a mi padre

extraño hasta los golpes que me dará mi mamacita

el día que no encuentre las botellas de leche

porque las vendimos a escondidas

para comprar recorte de chocolate.


Las monjitas no entienden de eso. 

Me encerraron aquí

las monjitas

piadosas

Si las nombro como quisiera,

Dios me encerraría en el infierno. 

Cartografía sateluca

Corazón de concreto
nacido en un ejido de oro, 
la ciudad fuera de la ciudad. 

Camino a la escuela 
cantábamos juntas: 
azul, blanco, 
amarillo, rojo, blanco, 
lotes chicos, medianos o grandes, 
¡6 años a pagar!, 
granito de marfil, 
flecha negra, 
dime a cuál viborita vas. 

Mi primera infancia corría 
en el umbral de un camellón 
donde no pasaba nada. 

Pero los Músicos se convertían en Historiadores, 
los chapulines en perros, 
el jardín en el palacio secreto de una princesa flor. 

Y me gustaba cantar: 
sueño fracasado, 
parsimonia suburbana, 
lo que no salió como esperabas, 
víbora, víbora de la modernidad.

Álbum de tejido

Punto Lolita

Primera vuelta: un derecho

¿Adónde nos vamos a desayunar entonces?, preguntó Doloritas en cuanto nos dimos la vuelta. Ya no temblaba, había recuperado el aliento y su rostro se veía tranquilo, como si nada hubiera pasado. Nos había engañado a todos y yo no supe si reír, enojarme o simplemente contestar a su pregunta porque la verdad ya tenía hambre. Nos habíamos levantado muy temprano (¡en plenas vacaciones!) para pasar por ella y llevarla a cobrar su cheque de la pensión. Yo hubiera querido quedarme en mi cama con mi gata, pero mi mamá me ofreció un chocomilk del mercado si la acompañaba y tontamente cedí. 

De poco sirvió la desmañanada, porque cuando llegamos ya había una fila de viejitos que le daba la vuelta a la cuadra. Ahí había de todo: viejitos en silla de ruedas, viejitos con bastón, viejitos en andadera, viejitos con un cabestrillo, viejitos con vendas que ocultaban quién sabe qué cosas horrendas. Sólo de ver aquel panorama, sentí que me quedaba sin fuerzas en las piernas. ¿Cuántas horas íbamos a estar ahí? ¿Y mi chocomilk? Ahorita vamos, primero que cobre el cheque, te lo prometo. Bájense aquí y fórmense en lo que busco dónde estacionar el coche. 

Mi abuelita se bajó con cierta torpeza. La tomé del brazo y caminamos hacia el final de la fila, pero nos detuvimos dos metros después, frente a las oficinas, porque le empezó a faltar la respiración. La gente seguía llegando a formarse. Con temblores, Doloritas empezó a buscar en su bolsa de mano el inhalador, pero no lo encontraba. A ver, te ayudo, sostente de mi brazo. Meneó la cabeza para decirme que no, pero se veía pálida y sus temblores se estaban haciendo más intensos. 

¡Que se siente!, gritó una viejita que estaba casi al principio de la fila en su propia silla portátil. Acto seguido, tomó del brazo a una señora que parecía ser su hija y se impulsó hacia arriba para ofrecerle el lugar a Doloritas. Sí, sí, que se siente, clamó la multitud. Pero mi abuelita ya no podía dar ni un paso más, algo malo le estaba pasando. A mí también me empezaron a temblar las manos. No sé de dónde aparecieron unos señores y me ayudaron a moverla poco a poco hacia la silla portátil. Abrí su bolsa y con desesperación busqué el inhalador para dárselo. ¿Dónde estaba mi mamá? ¿Por qué tardaba tanto? 

Doloritas no se recuperaba, de hecho, cada segundo que pasaba, se veía peor. La gente me preguntaba cosas, pero yo no sabía qué responder, sólo quería que mi abuelita se estabilizara, que dejara de jadear. No sé, no sé, tiene enfisema, sí, ahorita que llegue mi mamá, gracias, disculpe. 

Finalmente llegó mi mamá. Perdón, no había lugar. ¿Qué pasó? No sé, se puso muy mal después de que nos bajamos del coche. ¡Ay dios! ¿Qué tiene? No puede respirar. No, pues voy por el coche y ahorita la llevamos a la clínica 72. Doloritas volvió a menear la cabeza: no le gustaba ir al hospital. Tranquilas, no tardo, ahorita vengo. Otra señora le dijo a mi mamá que no se preocupara, que allí la esperábamos, que no iba a pasar nada malo. Mi mamá le dio las gracias y se apresuró al coche de nuevo. 

En eso abrieron las oficinas y la fila empezó a avanzar. Doloritas me hizo un ademán para que la ayudara a levantarse. No, no, señora, usted quédese sentada, ahorita viene su hija. Me siento mejor, dijo con una voz de niña moribunda. Parecía que se sentía apenada por estar sentada en aquella silla porque me seguía insistiendo con la mirada. Abue, pero te sientes mal, no importa el cheque. A ver, no se preocupe, le dijo la señora de la silla. Joven, por favor, venga, necesitamos ayuda, venga. Un señor que estaba de pie en la entrada de las oficinas se acercó a nosotras. Mire, esta señora necesita cobrar su cheque, pero no puede respirar, está muy mal. El señor miró a mi abuelita con espanto. ¿Trae su identificación, madre? Ella asintió con la cabeza. ¿Me la permite? Con temblores y sin voltear a ver lo que hacía, Doloritas estiró el brazo para quitarme su bolsa. Ahorita yo se la doy, le dije. Permítame.

Escuché la voz de mi mamá: ¡Ana! Estaba estacionada a la mitad de la calle, frente a nosotras. Pero ahora no podíamos irnos porque el señor se acababa de llevar la identificación de mi abuelita. ¡Ahorita vamos! Mi mamá nos veía con desconcierto. Un minuto después, volvió a salir el señor de las oficinas con la identificación, el cheque, unos papeles y un cojín de sellos. Ponga su dedo aquí, madre. Le tomó la mano a mi abuelita y presionó su dedo gordo contra el cojín, luego lo fue poniendo sobre los papeles, donde se leía la palabra “firma”. 

Aquí está su cheque. Agárralo, me susurró. Tomé el cheque y la identificación, aventé todo en la bolsa y me apresuré a ayudarla para que pudiera levantarse. Otras personas se acercaron a ayudar también. Mi mamá se bajó del coche y abrió la puerta de atrás para subirla. Paso a pasito llegamos, la sostuvimos para que se sentara, la giramos y le acomodamos la pierna derecha. Mi bolsa, me dijo. Aquí está, abue. Mi inhalador. Abrí la bolsa y se lo di. Tres disparos. Otra vez estaba jadeando. Cerré su puerta y les di las gracias a todos mientras me subía al coche. Mi mamá ya lo había encendido, así que en cuanto puse el seguro, se arrancó. Doloritas seguía jadeando y parecía que otra vez se iba a poner muy mal, pero en cuanto dimos la vuelta y la oficina quedó atrás, sin ninguna dificultad preguntó: ¿adónde nos vamos a desayunar entonces?

Haiku





Arbor

Quiero ser frondosa, crecer para muchos lados, mudar mis hojas, albergar el canto de los pájaros, florecer y ser chueca, como son los árboles que más quiero. Sin embargo, en este mundo nos dibujan rectos y erguidos, a veces sin ramas, a veces sin raíces; con la cabeza como una masa verde que más que follaje, parece una nube plana y simétrica, sin gradientes. Aquí, atreverse a levantar la banqueta o a invadir el espacio de los cables es un riesgo, pero al menos nacimos a la par de una estrella.

Vocación

De repente te ves tan hijita de la pequeña burguesía,
dándote el lujo de estudiar artes y humanidades,
aquí y ahora,
mientras sufres por los males ajenos desde tu sitio privilegiado
y rescatas animalitos
porque quizá, en el fondo,
detestas a la gente;
y ves cómo te ahogas
en tus propias e insignificantes congojas,
y te aburres o te indignas
por las tildes y los gerundios que a nadie le importan.
Te ves tan todo y tan nada,
y no puedes evitar sentir
que tu existencia es
una reverenda caca en la podredumbre.
Mas te engañas:
no eres más que una de tantas.
Piensas entonces en las estrellas, en la inmensidad,
en el misterio de los hoyos negros que nunca has visto,
pero en cuya existencia crees porque la ciencia la ha descrito.
Te regocijas en la azarosa combinación de elementos y factores precisos que [te trajeron al mundo,
que te crearon.
Ves e intuyes que tu mirada es sólo tuya.
Recuerdas tus pasiones y privilegios.
Tal vez sólo naciste con suerte...
Tal vez podrías hacer algo con ella y dejar de ser una caca en la podredumbre.
O no.
También puedes dejar de luchar,
preocuparte por cosas minúsculas,
hacerlas pesar lo que la vida de los volcanes o las lunas que te rodean.
Escribir, mientras otros mueren de sed.
Entonces nunca sabrás por qué eres aquí y ahora,
pero no te preocupes: no vales por lo que haces, sino por lo que sos.
Y serás una caca, pero aún puedes ser,
por lo menos,
una caca contenta.



Red social

Baja y mira mi foto, 
mi éxito, 
mi sueño, 
mi relación, 
mi trabajo, 
mi viaje, 
mi vida maravillosa. 
Que lo sepan los que me vieron un día, 
pero ya no me ven. 
Mientras tanto, me voy a tuitear que me quiero morir 
porque la vida se ha vuelto muy enredada y ya no la entiendo. 
Que lo sepan los que no me han visto ni me ven, 
hasta que me vuelva invisible, 
porque no soy ni lo uno ni lo otro, 
porque sólo estoy,
pero no soy nada.

Reconciliación

Quiero quedarme contigo. Quería. Quiero. Quería. Quiero.
¡Quiero quedarme!       
Te quiero.                                                           
Te quiero MUCHO. ¡Qué va! Te adoro.
Sin embargo, me dolió. Me duele. Me duele mucho.
Acércate. Siente. ¿Ves?
Aquí, aquí me duele

¡Aaaaaaaaaauch!

Sí, de este lado. ¿A ti también?

Ten, te regalo el nudo que traigo en la boca del estóamgo.
Es un souvenir, con acento galo, para recordar cómo nos lastimamos cuando las palabras huyen en 
e s 
     t a m p i      d a es tam pi       
da estampida       esta     m    pi   d     a
ida esta
mpi          da est a m p i       da
                                                                               ampi
da                 estam                                                                         pida estampid
                                             a esta       mpida
e s 
     t a m p i      d a es tam pi       
da                                                                               estamp
                                                   ida esta
                                                                                                                      mpi          da.


Pobrecitas... Tenían miedo. Como nosotros.

La vida es

La vida es
saliva de
vía de sal.

Si vela da
la vida se
valida, es
lava de sí.

A la sed vi,
isla veda,
selva ida,
sé la vida.

mayo de 2008




Flor connotada

Mi flor favorita se está marchitando. Estoy triste. Me han dicho que le platique, que a las plantas les gusta eso. Yo le hablo, pero la ingrata no contesta. La flor se quiere morir y el jardín se ha vuelto solitario. ¿Habrá sido el sol? ¿Habrá sido la lluvia? Tal vez necesita otra tierra, una que yo no tengo. Perdóname, florecita, si acaso mi mala mano te ha sofocado. Yo te quise, ¡te quiero tanto! [...] Te prometo que voy a cuidar este campo por si un día se contentan con él tus raíces y te da por regresar.

Pensamiento

Me quedé pensando... que el golpeteo de las gotas de lluvia cae seco sobre mi cuerpo y aun así me marea, me da náuseas. Luego escuché el tren a lo lejos. Pasó sobre mi tranquilidad y me llevó a una noche solitaria de mi infancia. Vestido rojo, las escaleras de esta casa, La dama del perrito, el miedo. Es un instante. Luego regreso. ¿Cómo se sentirá rajarse los brazos, el vientre y las piernas? 
A veces quisiera ser un insecto y esconderme bajo el tocadiscos por el resto de mis días, hasta que un gato me encuentre y me despedace con sus garras en un intento ingenuo de jugar conmigo. O tal vez ya lo soy y temo que me descubran. Mientras tanto me entretengo con un fluir de ideas que horroriza a los frívolos, intriga a los solitarios y aburre a los productivos. No tengo voluntad, pero mi ego aún vive. Escribo.

Entomología I

Aún no muero por usted, pero ya me comen los gusanos. Son pequeñas oruguitas necias que pretenden hacer capullo en mis entrañas cuando no estamos mirando. 

Lunetas

Como ya no planeas moverte de aquí, quisiera contarte algunas cosas sobre mi día. ¿Puedo?
A Lourdes Huerta.

Al principio, cuando me enteré de todo, me sentía fatal. Me senté a recordar cada cosa que en otro tiempo me dijiste y lloré porque no pude contener tanta nostalgia. Pensé que me caería bien un poco de azúcar para levantar los ánimos. Por eso decidí entrar al condenado McDonald's.

La cajera, para variar, me ofreció un montón de cosas con una sonrisita forzada, pero al final fue incapaz de darme lo que le pedí. Me entregó un helado repleto de lunetas de colores, en lugar del refugio que yo buscaba en la sobriedad de unas galletas negras. ¡Horror! Mas por alguna extraña razón, no pude quejarme. Me quedé así, muda, como tú.

Mientras esperaba a que volviera tu sobrina con los papeles, me comí aquella cosa indeseable, no tanto el helado, sino la mala noticia. Y pues ya sabes cómo me gusta observar a la gente: vi a un niñito descalzo correr por todo el lugar. "¡Ramsés! ¡Ya siéntate!", pero al faraón no le importaron los deseos de su no egipcia progenitora. La ignoró.

Entonces se manifestó la furia del señor. El padre del niño se lo puso como camote. Le dio sus chirlos mirlos, para que me entiendas. Al final, como premio de consolación, escuché la voz culposa de la madre: "Aquí está tu Cajita Feliz, hijo. Vete a lavar las manos y te vienes a comer". No sabes, madrina, estoy pensando en ponerle así a mi próximo gato. ¡Ramsés! Tiene caché, ¿no crees?

Cuando se acabó el helado, comencé a desesperarme. El azúcar me habrá acelerado... Cogí el celular y le llamé a tu sobrina. Me dijo que no tenían sistema. ¡Ay! Odio los trámites. La tecnología debía de hacer más rápidas estas cosas, pero no. En el momento menos esperado, el sistema se tambalea, se cae, se rompe y nosotros nos desquiciamos. El hospital intenta hacer lo que puede: le colocan una férula; pero el sistema se ha fracturado tantas veces, que ya está destinado a ser cojo de por vida. De eso te has salvado, madrina. No más trámites para ti.

Esperé unos quince minutos más y decidí volver a la fila burocrática. No a la de McDonald's, no. En esa vi lo más inverosímil: dos empleados de Burger King habían ido a comprarse un postrecito. Ni qué decir. Ojalá a ellos sí les hayan dado su helado con galleta.

En fin, te decía que me regresé al hospital, pero en el camino me topé con tu sobrina. Ya había quedado todo listo. Me dio tus papeles. ¿Acta de nacimiento? ¿Acta de defunción? No, madrina. La vida y sus colores no caben en este fólder de plástico.

Despedida

oxímoron mío dos puntos y aparte
tras nuestro equívoco vino un punto y coma
he intentado escribirte más líneas
pero el pretérito imperfecto altera mi morfosintaxis
he aquí el punto final

Flor Imperial

A tu azar aposté mi as de corazones.
Tú: doble par. Yo: mala tercia.
Retiraré mis cartas.
Mejor es jugar solitario,
que ser el comodín de tu baraja.

Confórmate con mis heridas,

pero no las uses de consuelo. Debemos acompañarnos, no revivirnos:

La sangre de mis venas corre al pulso de lo que oye, ve y siente. En plasma de lágrimas transporta la calidez de los besos y la frialdad de la indiferencia. Mis plaquetas son un tercio de ansiedad y dos tercios de sueños incoherentes, sueños que coagulan en trombosis de agonía. Por eso no puedo darte mi sangre. Confórmate con mis heridas.

Sobre los giros la vida

Borré el texto original porque era muy malo. No borré la entrada porque soy sentimental...